Hoy no eres nada
más que agua vertical.
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Hoy no eres nada
más que agua vertical.
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""¡Tanta hermosura, duele!" te oí decir. Y cuando, poco a poco sorprendido, me volvía a mirarte, ví correr lágrimas por tu cara. Yo conocía demasiado bien (¿quién mejor que yo?) tu sensibilidad a flor de piel; pero tras de tantos y tantos años de nuestra íntima convivencia, todavía me faltaba por descubrir en tí ese grado de total entrega, que así llegaba a dejarte rendida y deshecha ante la belleza intolerable de una hora feliz.
Era otoño. Estábamos pasando algunos días en mi recuperada tierra granadina. Habíamos subido a la Alhambra y, olvidados, paseábamos por los jardines del Generalife, bordeando los arriates de arrayanes, junto a los macizos de flores, alrededor de las fuentes, bajo un cielo de azul perfecto, sin otro ruido que el continuo rumor del agua y algún gorjeo del pájaro que tal vez ha saltado de una rama a otra. Apenas si hablábamos; nada había que decir: nos bastaba sabernos unidos y en paz".
................................................................................................................................ Francisco Ayala
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Iglesia fernandina, cobijadora del laberíntico entramado de casas y callejas,
que bajo su amparo fueron surgiendo a lo largo de los años. Conocedora de tanta
Historia y tantas historias que por sus puertas pasaron; de amor cuando las
bodas, de dolor en los entierros, de alegría en cada bautizo. Observadora
constante del quehacer de las gentes que por su plaza pasaban o
paseaban.
Calle de Los Muñices de solariega y noble casona.
Sinuosas Callejas de
Santa Inés, por donde el miedo corría bajo la tenue luz de sus escasos y viejos
faroles, en los oscuros anocheceres de invierno.
Calle Crucifijo y su ermita
siempre cerrada, sacristía transformada en lechería y aquella primera amistad de
que fui consciente.
Ancha de la Magdalena, olor a pan recién
horneado.
Calle Arenillas, paso obligado al colegio.
Afluentes todas ellas
de vida a la plaza, que como paciente y cariñosa abuela acogía todo y a
todos.
Domingos de olor a jeringos antes de la Misa de doce, y de
largas colas para la función infantil de las tres.
Casas de
plateros ya sencillas y de enjambelgadas fachadas ya suntuosas y
envidiadas, ¡preciosa casa de los Aguilar!
Puesto de golosinas, el de
“Rafalita”.
El corazón de la plaza, su jardín, donde una flacucha chiquilla
disfrutaba correteando por sus ya desaparecidos poyetes y donde cada amanecer,
despertaran en sus bancos, olvidadas palabras de amor que la noche anterior se
jurasen parejas de enamorados, acurrucadas en sus recoletos
rincones.
La lluvia sobre el empedrado, repiqueteo constante en largos
días de invierno.Castigadores agostos tras la estera del balcón.
Noches de cine de verano en la
amplia azotea blanca de cal y jazmines; albahaca; príncipes; tus rosas tita; el
botijo blanco en un pilar sudando de agua fresquita. ¡Mi casa!
Hoy hace 73 años, que el único alcalde que tuvo el pueblo de Fernán-Núñez durante la II República, D. Antonio Romero Romero, fue asesinado en una cuneta de la carretera de Córdoba junto a 70 vecinos más, en una redada que pretendía vengar otras muertes, de las que él no era en absoluto responsable. Cosas de la guerra supongo.
Sin entrar en política, lo que pretendo es proclamar las bondades de este hombre bueno por naturaleza, hasta el punto de que el pueblo le apodó “Don Antonio Panqueremos”, por las numerosas veces que fueron en su busca para que los socorriera.
En el período que duró su alcaldía su esfuerzo fue encaminado a mejorar las infraestructuras del pueblo, a poner en marcha la Beneficencia Municipal para que atendiera a los sectores más humildes, a impulsar la construcción de grupos escolares, pero sobre todo y muy especialmente se desveló por implantar la Reforma Agraria que diera trabajo a tanto obrero parado como había por entonces y paliar con ello la hambruna que padecía todo el pueblo, excepto lógicamente los terratenientes.
Consistía esta reforma en que cada terrateniente tuviera a su cargo un número de obreros proporcional al terreno que poseyera, obligándolos con ello a trabajar esas tierras baldías o dedicadas a cotos de caza, mientras la gente se moría de hambre; pero sin tratar de expropiar a nadie.
Esto le valió el odio de todos los ricos del pueblo, que después se vengarían representados por su propio cuñado que fue quien le mandó buscar para fusilarlo.
El 25 de Julio de 1936 fue sacado de la fonda donde paraba, de donde no quiso huir cuando horas antes le avisaron del peligro alegando: “por qué me van a detener si yo no he hecho nada” y fusilado.
Lo mataron dejando huérfana a su hija de 11 años, que ya lo era de madre desde los 3 y que se enteró de lo sucedido cuando a la mañana siguiente en Vva. De Córdoba donde estaba con sus tías, escuchó por la radio a Queipo de Llano decir: “Ayer cayó por fin el alcalducho de Fernán-Núñez”. Hecho que le provocó un trauma que sólo ella y quienes vivimos cerca de ella sabemos de qué manera le afectó durante toda su vida.
No te permitieron verla crecer ni conocer a tus nietos. Pero aún sin conocerte, a través de ella supimos mucho de ti. De tu amor por el teatro y la zarzuela, géneros que te encargaste de que tu pueblo natal Villanueva conociera, llevando las mejores compañías que por entonces existían . Y de tu pasión por la lectura y las tertulias que formabas en cualquier esquina del pueblo en cuanto te parabas con alguien, porque enseguida se formaba corro para oírte hablar.
Estas aficiones tuyas no se perdieron, me imagino que te alegrará saber allí donde estés que las heredó tu nieta, ¡extraordinaria herencia! la tuya. Como tampoco se perdió tu amor por la justicia social, ése lo heredó tu nieto.
Cada 25 de Julio tu hija te recordaba con mucha pena, hoy en su ausencia he querido recordarte yo, pero no con pena sino con la alegría de este fragmento de zarzuela que tanto te gustaba oir y cantar, abuelo.
Quienes asesinan deberían saber que nunca se mata a un hombre del todo, siempre quedan sus genes en aquellos a quien engendró que a su vez los transmitirán a sus hijos, así como sus ideas y sentimientos inculcados en quienes le conocieron y que se encargan de seguir proclamándolos y extendiéndolos a las siguientes generaciones.
Un beso.
Descansa en paz Vicente.
En la paz de tu “revolución silenciosa”
En la paz de tus campos de regadío
En la paz de esas mujeres dignificadas en el trabajo de sus propias cooperativas
En la paz de los créditos sin intereses
En la paz del que hoy sabe leer y escribir, sueño inalcanzable que tú hiciste realidad
En la paz del enfermo o moribundo que cuenta con una limpia cama de hospital
O en la del Nóbel que nunca recibiste
Descansa, en tu amada Anantapur