Mi plaza de la Magdalena

lunes, 7 de diciembre de 2009

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Hermosa niebla de otoño
romántica, tenue, acariciadora.
El contraste de tu perlado gris, con el marrón-dorado
de esas hojas que aún se resisten a caer de los árboles,
constituye un paisaje que pareciendo escapado del cuadro de algún famoso pintor,
me hace sentir que viviera otra época, otro tiempo,
aquel de los grandes poetas decimonónicos,
de señoras con largas faldas, paseando con sombrilla
por románticos parques alfombrados de hojas caídas.

De qué están formadas las miles de pequeñísimas gotas que te componen.
¿Son acaso las lágrimas de los hombres?
Sí, esas que el poeta creía que irían al mar
y que sin embargo se van condensando en la atmósfera
llegando a formar esa impalpable nube que da carácter al final de cada otoño
y comienzo del invierno.

Tu efecto de pérdida de visión en la lejanía,
me hace sentir invisible por unos momentos ante los demás,
provocando en mí esa agradable sensación
que tantas veces de niña sentí al imaginarme etérea.

Peculiar época del año ésta, melancólica, nostálgica, algo triste,
incitadora por ello de la meditación y del recogimiento interior,
pero ante todo y sobre todo espectacularmente BELLA.
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