Mi plaza de la Magdalena

miércoles, 5 de agosto de 2009

Esta crisis ya no es una tontería

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Comenta D. Teodomiro Ramírez de Arellano en su “Paseos por Córdoba” referente a la institución del Convento de Santa Cruz, que fue fundado éste en 1464 por Dª Teresa, viuda de D. Pedro de los Ríos y bajo la dirección de fray Francisco de Miranda, con una primera donación de 22.000 maravedíes.
Continúa el escritor haciendo una breve descripción del mismo:

“Da ingreso a esta santa casa una bonita portada de orden dórico. A seguida hay un extenso patio adornado de cipreses y arbustos. En su lado derecho está la portería con un lindo arco gótico, y al frente hallamos una arcada donde está la puerta de la iglesia con los escudos de los patronos de aquel convento, marqueses de las Escalonias, y delante un cancel que era el de la
iglesia de Santa Clara. “.

Y yo me pregunto, supondrían esos 22.000 maravedíes una suma superior a la hipoteca y deudas acumuladas que hoy recaen sobre él. Seguramente al cambio serían una cantidad superior, pero lo realmente importante y penoso es que estos 6.000 m.de patrimonio cordobés, albergadores de joyas del barroco y renacimiento, se destruyan sin que ni administraciones ni entidades privadas se tomen interés por recuperarlos. Llegados a este extremo hemos de decir que esta crisis ya no es una tontería.
Para el cordobés de a pie la pérdida es aún mayor, no sólo pierde parte de su patrimonio sino que se queda sin protección para sus estudiantes, trabajadores, enfermos…
Al desaparecer sus muros desaparecerá también la imagen de Santa Gema, a la que puntualmente cada jueves acuden madres y abuelas a pedirle favores para familiares o conocidos.
Pero el mayor drama es para las 17 religiosas clarisas que a pesar de sus esfuerzos con la lavandería y el obrador de pastelería, que vienen regentando durante muchos años,
no han conseguido salvar “su casa” y tendrán que ser separadas y repartidas por el resto de conventos que la Orden tiene por España.
Lo siento hermanas, creo que todos los cordobeses creyentes o no lo sentimos, eran una tradición vuestros pasteles y esos jueves de devoción.

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