Mi plaza de la Magdalena

sábado, 7 de noviembre de 2009

.

Siempre mi bastón, mi apoyo, mi guía.
El pilar fundamental de mi vida, mi viga maestra.
Tantas veces la solución de mis problemas.
Paciente y ejemplar maestro.

Telepático confidente,
supiste siempre de mis dificultades sin que te las contara.
Cuánto respeto has conseguido inspirarme, sin necesidad de infundirme miedo.

Hoy que atraviesas por esa segunda y octogenaria inocencia,
sigues siendo mi sostén, lo que me mantiene en pie en mi lucha contra toda adversidad.
El saber que cada día te haces más niño en ese decrecer que nos
ofrece la vida en su última etapa, me da fuerzas para afrontar el día a día, porque sé que ahora me toca a mí ser tu báculo.

Me llena de ternura ver cómo te refugias en mí,
cómo eres tú quien busca ahora mi mano.
Cuando oigo ese roce, cada vez más perceptible, de tus pasos al andar, no puedo evitar detenerme en el recuerdo de aquellos otros que yo incapaz de seguir, observaba con asombro casi volar a ras del suelo.

Con sus casi nueve décadas ese cansado corazón tuyo me empuja todos los días a seguir adelante.
Necesito que sigas apoyándote en mí porque paradójicamente ese apoyo es mi puntal principal. Preciso de tu sonrisa, de tus despistes, de tu mesa ya puesta cuando llego, esos días en que comemos juntos y que tantos recuerdos me evocan. Me hace falta que me sigas describiendo todo aquello que no viví.

Me hace falta que sigas ahí, padre.

.

1 comentario:

  1. Envidia pura es lo que me inspiras, ¡que suerte tenéis los dos! tanto tú como él

    ResponderEliminar