Mi plaza de la Magdalena

miércoles, 22 de julio de 2009

ESE GRAN PASO DE LA HUMANIDAD


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Cuando a mis diecisiete años aún no cumplidos el hombre llegó a la luna,
no comprendía cómo para todo el mundo aquello suponía un gran paso.
La gente estaba loca de contenta con aquel gran logro,
casi parecía que la historia se fuera a dividir desde ese momento en
A.L. y D.L. o lo que es igual “antes de” y “después de llegar a la luna”,
en lugar de A.C. y D.C., como veníamos usando hasta entonces.

Sin embargo para mí supuso un desencanto.
Me había quedado sin mi luna,
la que iluminaba mis noches,
la protagonista de tantos poemas y canciones de amor,
mi pasional luna.

Aquella imagen de luna que tantos pintores y fotógrafos plasmaran en su obra,
y que todos llevábamos en nuestra mente,
desaparecía dando paso a una secuencia de perfectas fotografías
que dejaban ver un árido y polvoriento suelo, lleno de cráteres;
y lo más deprimente, esa oscuridad que a modo de cielo lo envolvía todo.

No pongo en duda el importante logro científico y tecnológico
que supuso su conquista,
pero mucho me temo que fue más importante el resultado político logrado,
que todo lo demás.

Aunque para ese mundo, el de los científicos, esa nueva imagen de la luna
sea la real
Para los bohemios, los poetas, los soñadores, los románticos, los artistas.
Para los insomnes que comparte su blancura con la de sus noches en blanco.
Para el vigilante nocturno, para el que hace guardia y se asoma un ratito a ver la noche.
Para el enfermo que tiene la suerte de ver desde su cama un trozo de cielo.
Para mí.
Esas fotos son las de un satélite que tiene la tierra.
Pero la luna, la luna es …otra cosa.

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