Mi plaza de la Magdalena

sábado, 12 de diciembre de 2009

Para quien más que vecina fue hermana mayor, en aquel tiempo en que nuestros hijos eran pequeños...para ti Maruja.


Hacía tiempo que no paseaba por el parque
y esta mañana temprano me decidí a hacerlo.

Me sorprendió igual que en aquel primer día de primavera.


Hoy la alfombra de pequeñillas flores
se había cambiado por un velo blanco de escarcha.
Los senderos, entonces polvorientos y llenos de vida,
estaban empapados por el sereno de la pasada noche ,
y no paseaban por ellos parejas de enamorados,
ni correteaban niños, ni perros,
tampoco sus bancos estaban ocupados por mayores,
ni en la hierba había mantas que albergaran juegos y risas,
no ensayaba un trompetista
como lo hiciera en aquel coloreado día.

El parque esta mañana estaba solo,
en el entorno los colores propios del otoño,
marrones, amarillos y verdes lo teñían todo.
Los olivos como si airearan su recién lavada melena,
exponían sus hojas brillantes de relente
al tímido sol que ya empezaba a asomar por entre la bruma.
Al fondo, tras la espesa niebla se intuía la ciudad.

El aire frío y húmedo era una caricia en el rostro…
Entonces pensé en ti, en que ya jamás podrías ver toda esta belleza
y a modo de especialísimo funeral te dediqué mi paseo.

Sé que nadie lo creerá, pero igual que en aquellas soleadas tardes
cuando paseábamos a nuestro hijos pequeños,
esta mañana te sentí a mi lado dando nuestro último paseo juntas.

Hasta siempre, Maruja…

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