Mi plaza de la Magdalena

miércoles, 27 de enero de 2010

Cuando se cumplen diez años de su pérdida

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Después de diez años él te sigue queriendo
como aquel 2 de Mayo de 1950.
Después de diez años yo me voy pareciendo
cada vez más a ti.
Después de diez años te voy comprendiendo
cada día más.
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miércoles, 13 de enero de 2010

PARA TI, PEDRO




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Y cuando tú y yo digamos adiós a nuestra casa,
quién gozará de ese olor a jazmín de nuestro salón cada verano.

Quién cada mes de Abril aspirará con tanto placer el aroma a azahar
y quién recogerá con orgullo cada limón de tu limonero.

Quién podará con tanto esmero cada rosal en Enero
para que en primavera yo disfrute de mis rosas.

Quién disfrutará el violeta de los lirios o el blanco de nuestras azucenas.

Quién escuchará el sonido de las voces de cada reunión familiar en el salón,
o las risas de aquellas barbacoas los veranos en el patio
y que nosotros siempre llevaremos grabadas en nuestro recuerdo.

Y quién mantendrá ese riego justo y preciso que mantiene frondoso
“el ficus de la abuela María”, o las gardenias de nuestro patio.

Quién “barrerá los tejados” y arreglará la caldera.

Han sido dieciocho años que te han dado mucho trabajo,
pero muchas satisfacciones también, ¿verdad?.

Hoy te quiero dar las gracias por tanto cuidado y esmero
que siempre le has dedicado a todo
y muy especialmente por tu empeño en que cada año hubiera más rosas para mí.
Todo esto bien ha merecido algunas “protestillas” que otras.

Sé que allí donde estemos seguirás procurando que todo funcione perfecto
y que yo seguiré siendo el desastre de siempre.
Y espero que esta mezcla de caracteres nuestros
siga haciendo brotar rosas en el que llegue a ser nuestro nuevo hogar.

Gracias por aguantar mis bajadas de ánimo y mi poco espíritu emprendedor…

Y por todo, todo... UN BESO.
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domingo, 3 de enero de 2010

"Las Francesas"

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Plaza empedrada, triunfo de San Rafael, típico rincón cordobés con noble casona al fondo, la de los Aguayos…bullicio de uniformes azul marino con almidonado cuello blanco.

Dentro hábitos negros con albas tocas y rosario a la cintura.

Patio de la yedra, la Virgen del Colegio.


El gran recibidor de las temidas visitas de los padres, cuando eran llamados para ser informados.

Noble y colosal escalera en dos tramos de negro mármol.

Sala común, biblioteca, patio de los peces, salón de actos, comedor de las internas, habitación del precioso cierre con ilustre escudo.

Camino a la íntima Capilla paso obligado por las puertas, barreras infranqueables hacia la clausura, provocadoras de morbosa curiosidad cuando por descuido se quedaba una rendija abierta. Ya dentro del Oratorio en su recogimiento, íntimas y silenciosas charlas con aquella Madre de todas que siempre disponía de tiempo para escucharnos; una plegaria, una lágrima, una fe desaparecida después para algunas, olvidada para otras, quizá añorada por algunas terceras; distinta en todo caso para todas.


Patio de recreo, griterío, juegos, risas, intercambio de bocadillos; terrible época de las gomas, en la que atravesarlo era toda una odisea. Hasta los vacíos corredores de acceso a las aulas ascendía toda la algarabía, para mayor castigo de quien no había sido merecedora ese día del, tan deseado, rato de distracción.

Toque de campanilla, hora de subir a clase. Se forman las filas y un repetir cada día “silencio, en la fila no se habla”. En el aula chirriar de los antiguos y súper encerados pupitres de madera con asiento abatible hasta nuestra total colocación, no demasiado rápida por cierto.

Días de excursión, ensayo de villancicos en las vísperas navideñas y adorno de aulas.


Clases de labor con adormecedora lectura de fondo de algún libro “ejemplar”.


Largos estudios preparándonos para Reválida y en la primera ausencia de vigilancia, subida a los altos y anchísimos poyos de las ventanas para ver a los “novios” de las “mayores” que esperaban con paciencia.
Orgullo por la primera menstruación, horror ante las primeras espinillas en la cara, primeras amistades que suponíamos eternas, primera "pandilla", primer e inolvidable amor.

Y al finalizar cada día de nuevo bullicio de uniformes azul marino con almidonado cuello blanco en la plaza…

¿Cómo podría no haberme gustado el colegio?
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sábado, 2 de enero de 2010

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Un año nuevo, una nueva década, un nuevo espacio por rellenar como si del bloc de un escolar a principio de curso se tratase, con las tareas de trescientos sesenta y cinco nuevos días.

Un nuevo ciclo que comienza y en el que como novedad espero:

Que los recuerdos no enturbien el presente
y nos permitan ver el futuro con claridad.

Que los espejos dejen de reflejar sólo el disfraz con el que cada alma se nos muestra

y podamos disfrutar su verdadero aspecto.

Que a pesar del mal tiempo y las malas hierbas,
cada primavera haga brotar rosas blancas.

Que al parar en cada estación mi tren
a través de mi ventanilla, yo las vea.

Que otra rosa, la de los vientos, decida al fin girar sus puntos,
para que enfrenten sus miradas y no su odio.

Que la plaza de mi infancia y mi visión de ella tras el cristal
un día de lluvia, permanezca siempre en mi recuerdo.

Que aquella playa siga bañando de sol y refrescando
aquel mi querido trozo de arena.

Que mis alegrías sean también vuestras,
que mis penas sólo mías.

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