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Por cada plomiza tarde, una nueva Penélope
ocupa un banco en el andén de alguna estación.
Y espera, en vano, el tren con destino a la felicidad
que, cargado de sueños e ilusiones, nunca llegará.
No llegará, porque ese tren
realiza su recorrido una sola vez
y ella lo dejó pasar.
Pero "pobre infeliz" ella seguirá esperándolo,
"con sus ojos llenitos de ayer",
sentada en su "banco de pino verde".
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