Mi plaza de la Magdalena

domingo, 14 de agosto de 2011












Ocho de la tarde, de hoy domingo catorce de Agosto.

Las piedras, en la recoleta plaza de Las Capuchinas,

irradiaban el calor acumulado durante todo el día,
de esos cuarenta y muchos grados que el astro rey inflige a Córdoba cada Agosto.
Es uno de esos días en los que casi cuesta respirar, por ardiente, el aire.

Esperaba sentada en uno de sus bancos y en un girar de cabeza
vi abiertas las puertas de la capilla del convento que da nombre a la plaza.
Entré.

Traspasar aquellas puertas fue entrar en otro mundo.
Instaladas en la parte a la que sólo ellas tienen acceso
las religiosas, de clausura, entonaban un canto de adoración,
mientras no más de cuatro personas oraban arrodilladas.
No sé si por inercia, por la impresión

o por respeto a la intimidad del momento, me arrodillé.




El frescor, proveniente en parte del patio interior del Convento, inundaba el recinto;
una sensación, que no sé definir muy bien, mezcla de bienestar, emoción y paz me empapó por completo

y casi sin darme cuenta,
como si desde mi subconsciente hubiera salido,
dirigí no sé a quién ni adonde,


.........................................................una plegaria.


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